Mi proceso de sanación del Cáncer

En abril del año 2018 recibí el diagnóstico de cáncer de mama. Tenía un tumor muy agresivo de seis centímetros en el lado derecho. A pesar del impacto emocional inicial, poco a poco, me fui conectando con la certeza de que esta enfermedad iba a ser una oportunidad de transformación muy profunda.

Dada la agresividad del tumor, comencé rápidamente un tratamiento en el Centro del Cáncer de la Universidad Católica.

Al principio, el tratamiento estaba muy estructurado: me propusieron un ciclo de 16 sesiones de quimioterapia, luego vendrían una cirugía donde me sacarían la mama completa, después 25 sesiones de radioterapia, inmunoterapia y terapia hormonal. Los doctores me dijeron que, en un plazo aproximado de dos años, si todo salía bien, podrían darme de alta.

En mayo de ese año recibí mi primera sesión de quimioterapia. A los pocos días se me cayó todo el pelo, tuve dolores intensos y otros muchos efectos secundarios muy fuertes. El equipo médico consideró necesario suspender por un tiempo las quimioterapias, hasta que mi cuerpo pudiera recuperarse del golpe que significó en mi organismo. Pasaron dos meses y mi cuerpo no lograba recuperarse. Los doctores me dijeron que sólo podía esperar.

Esa respuesta me frustraba mucho, porque me hacía sentir que yo no tenía ninguna posibilidad de participar de mi proceso de sanación. Me volvía absolutamente pasiva frente a la enfermedad y me conectaba con la desesperanza.

En ese momento tomé la decisión de buscar alternativas de tratamiento que pudiera integrar a lo sugerido por el equipo médico. Es así como cambié mi alimentación bajo la guía de un inmunólogo, inicié un proceso psicoterapéutico, integré el uso de muérdago con la supervisión de una doctora Antroposófica e integré la conexión con la Naturaleza como parte fundamental de mi proceso de sanación a través de caminatas por el bosque.

Cada vez que volvía del bosque me sentía llena de energía y vitalidad, y al mismo tiempo, sentía que el bosque me sostenía y me ofrecía contención ante el miedo y la desesperanza. Cuando caminaba y meditaba cada semana en el bosque, me inundaba de una sensación de ser parte de un todo mayor que respondía a un equilibrio perfecto y eso me conectaba profundamente con la calma y la confianza en el camino que había elegido para la sanación.

Al mismo tiempo, estar en el bosque me permitía aceptar la muerte como un proceso natural de la existencia. Podía ver cómo la impermanencia, la transformación constante presente en la Naturaleza es lo que sostiene la vida, y que morir es parte de este continuo. Esto fue fundamental para mi proceso de sanación, porque pude permitir que la experiencia del cáncer me transformara profundamente a través de una muerte simbólica.

Debido a todas estas experiencias terapéuticas, mis exámenes rápidamente comenzaron a mejorar. Sin embargo, no pude alcanzar los estándares mínimos para seguir recibiendo quimioterapia y el oncólogo me dijo que ya no podíamos seguir esperando, que el tratamiento tenía que continuar con la cirugía en la que me extirparían la mama completa. Sin embrago, decidí no operarme por considerar que se trataba de una intervención muy invasiva y opté por continuar con mis tratamientos complementarios y sólo realizar la inmunoterapia, la radioterapia y la terapia hormonal. El equipo médico se mostró muy preocupado y resistente a lo que les plantee, sin embargo, respetaron mi decisión.

Para sorpresa de los doctores, tan sólo seis meses después de iniciado el tratamiento, el tumor que en abril medía seis centímetros se había reducido hasta medir dos milímetros, sin quimioterapia ni cirugía, algo impensado para la medicina tradicional.

En ese momento comencé a soñar con la posibilidad de acompañar a personas con cáncer a través de procesos psicoterapéuticos desde una visión de la salud holística, integrando las dimensiones física, psicológica y emocional. Es así como comencé un camino de formación en Ecopsicología, ecoterapia y prácticas contemplativas; complementando mi formación de psicóloga clínica. Al mismo tiempo, creé Fundación Floresta, una organización que facilitará sesiones de Terapia de Bosque de forma gratuita a pacientes oncológicos.  

En agosto del año 2019 mis exámenes daban cuenta de que el cáncer ya no habitaba mi cuerpo. Sin embargo, esta enfermedad se quedaría siempre como un regalo de aprendizaje y de encuentro con mi propósito de vida

No quiero hacer un llamado a abandonar los tratamientos médicos tradicionales. Yo creo fuertemente en el camino integrativo de los tratamientos médicos, no en el camino de la exclusión, sino en el de aprovechar todos los avances de la medicina moderna complementándolos con terapias naturales y holísticas.

Simplemente me gustaría hacer una invitación a recordar algo muy antiguo. Y recordar es una palabra muy bonita que viene del latín y que significa “volver a pasar por el corazón”. Creo que volver a conectarnos con nuestro vínculo sagrado con la Naturaleza desde el corazón no sólo puede sanarnos a nivel físico, emocional y psicológico, sino también abre la posibilidad de una vida en comunión con todos los habitantes de la Tierra, tomando conciencia de que somos parte de una red interconectada en la que el bienestar individual se funda en el bienestar de los demás. Creo que esa es la vía para una verdadera paz y dignidad para todos los seres de este planeta.